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La simbólica escena inicial del
Legado de Bourne nos deja las cosas
claras. Jason Bourne ya no está, es cosa del pasado y Aaron Cross nada hacia
las profundidades de las aguas —allí donde vimos nacer y “morir” a Bourne— para
recoger su testigo.
Así, como si de una carrera de
relevos se tratase, empieza una nueva historia, con nuevo(s) protagonista(s) y
distintas señas de identidad, pero con algunas conexiones a la saga Bourne y es
que, Tony Gilroy, el que fuera responsable del guión de las tres entregas anteriores,
no sólo vuelve a escribir el libreto, sino que también dirige el filme.
A diferencia de las anteriores
películas, esta vez, Gilroy, no parte de ninguna de las novelas de acción de
Robert Ludlum —el verdadero “padre” de Jason Bourne— para imaginar las
aventuras de este nuevo agente secreto interpretado por el flamante hombre de
acción en Hollywood, Jeremy Renner.
Esa orfandad ha permitido a Gilroy
introducir en la saga una de las temáticas que imperan en el cine hollywoodense
actual, los superpoderes. No es nada descabellado pensar que Aaron Cross es la
versión suavizada del Capitán América. A lo largo de los —excesivos— 135
minutos de metraje, sobrevuela la idea de que los agentes del programa “Outcome”
están sometidos a una modificación genética que les aleja de su condición
humana ordinaria —ver la conversación sobre los lobos que mantienen Cross y
otro agente del programa “Outcome” en una cabaña— y les convierte en una especie
de supersoldados dotados de unas habilidades sobrenaturales, capaces de saltar
más alto, pensar más rápido y tolerar un mayor grado de dolor.
Ese es el principal
planteamiento encargado de reinventar y, a la vez, deteriorar la saga. Mientras
Jason Bourne huía de la CIA en busca de su propia identidad, Aaron Cross huye
de la CIA en busca de esa permanente condición de supersoldado sin la necesidad
de medicarse para ello. El personaje de Bourne no sólo revolucionó el arquetipo
del espía por su descomunal contundencia, su tremenda rapidez y su enérgica violencia
física, sino que también lo hizo por la inusual profundidad psicológica que
poseía, capaz de enamorarse o jugarse la vida poniendo Moscú patas arriba sólo
para pedir perdón a la hija de sus primeras víctimas. Aaron Cross posee las
mismas funciones motrices que Bourne pero carece de las psíquicas, siendo un
personaje absolutamente plano e incapaz de generar algún tipo de empatía con el
espectador.
Dejando a un lado la ingeniería
genética, Gilroy ha sabido mantener los temas que caracterizaban a la franquicia
como son la manipulación de la información y el permanente control de la vida
privada por parte de los gobiernos, la paranoia persecutoria instaurada en las
sociedades contemporáneas —ya tratada en filmes como Conspiración (1997), Enemigo
Público (2007) o La conspiración del
pánico (2008)—, la maquiavélica idea “el fin justifica los medios”
representada en los controladores de la CIA o la deshumanización de los
soldados.

Esos 30-35 minutos iniciales van
acompañados de una dirección que nos hace rememorar los mejores momentos de la
saga: abundante información en poco tiempo, ritmo frenético, un excelente uso
del montaje paralelo para crear suspense, una puesta en escena ágil con
constantes movimientos de cámara, unas secuencias con un gran número de planos.
Después de esos primeros minutos y una vez ubicados en la historia, Gilroy
apuesta por un clasicismo que lastra el devenir del filme eliminando, así, los
cánones visuales característicos de las pasadas entregas y, cuando los intenta
recuperar —ver secuencia final—, no logra alcanzar el nivel que Paul Greengrass
consiguió con El mito de Bourne y El ultimátum de Bourne. Como
consecuencia de ello, el guión se torna demasiado explicativo, la puesta en
escena reposada y el ritmo narrativo fatigoso.
Por todo lo expuesto podríamos
resumir que esta reinvención ha supuesto un retroceso a la franquicia y una
disolución —parcial— del espíritu de un Jason Bourne que nos ha legado una
innecesaria continuación de aquél magnífico broche final en el “East River” de
Manhattan.
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Ficha técnica
Título: El legado de Bourne
Título original: The Bourne Legacy
Dirección: Tony Gilroy
Guión: Tony Gilroy, Dan Gilroy
País: Estados Unidos
Año: 2012
Duración: 135 min.
Reparto: Jeremy Renner, Rachel Weisz, Edward Norton, Joan Allen, Donna Murphy, Oscar Isaac, Scott Glenn, Albert Finney, David Strathairn, Corey Stoll, Stacy Keach, Michael Papajohn,
Dennis Boutsikaris, Sheena Colette, Michael Chernus, Nilaja Sun,
Michael Berresse, Tom Riis Farrell, Karen Pittman, Eli Harris, Page
Leong, John Arcilla, Lou Veloso, Frank Deal, Madeleine Nicolas, Natalie
Bird
Distribuidora:
Universal Pictures
Productora: Universal Pictures, Bourne Film Productions, Bourne Four Productions, Captivate Entertainment
Animación: Alessandro Ciucci, Lai Lok Chau
Departamento artístico:
Alex Gorodetsky, Alexios Chrysikos, Ana Lombardo, Andrew Elmendorf,
Arizona Newsum, Bradley Rubenstein, Christine Moosher, Christopher
Weiser, Dan Maslen, David Dowling, Diana Burton, Ed Symon, Edward J.
Johnson, Eric Helmin, Eugene Gogowich, Frazer Newton, Hinju Kim, James
Hoff, Jeni Harden, Joan Winters, John Geisler, Jordy Wihak, Jose Pavon,
Julia G. Hickman, Katie Bova, Ken Nelson, Kenneth Brzozowski, Lisa
Scoppa, Loyola Lewis, Melissa Kyle, Neil Colango, Nicole Grace, Philip
Canfield, Quang Nguyen, Robert K. Feldmann, Sean Doyle, Sheyam Ghieth,
Spencer Louttit, Steven E. Lawler, Tim Davies, Tom Firestone, Victor
Morales
Dirección artística: Molly Hughes
Diseño de producción: Kevin Thompson
Efectos especiales:
Alan Scott, Amanda Paller, Brian Namanny, Christopher A. Suarez, Cole
Taylor, Damian Fisher, Darcy Healy, Deborah Galvez, Doug Coleman, Gary
Elmendorf, Hiroshi 'Kan' Ikeuchi, Jason Matthews, Javier Contreras, Jeff
Himmel, John Cherevka, John Rosengrant, Leslie Coogan, Lindsay
MacGowan, Lyndel Pedersen, Mark Maitre, Matt Heimlich, Michael Ornelaz,
Paul Mejias, Rich Haugen, Rodrick Khachatoorian, Sam Dean, Scott Garcia,
Scott Stoddard, Shane Mahan, Stan Blackwell, Ted Haines
Efectos visuales:
Chris McLaughlin, Christopher Michael Coupe, Craig Crane, Dan Maslen,
Daniel Smollan, George Barbour, Giuseppe Chisari, Hal Couzens, Harrison
Marks, Jeremy Hattingh, Michael Bruce Ellis, Petter Folkevall, Suzanne
Hillner, Tze Ken Lim, Zeljko Barcan
Fotografía: Robert Elswit
Guión: Dan Gilroy, Tony Gilroy
Maquillaje: Björn Rehbein, Elizabeth Yianni-Georgiou, Felicity Bowring, Jerry DeCarlo, Joanne Jacobsen, Joseph Farulla, Sunday Englis
Montaje: John Gilroy
Música: James Newton Howard
Producción ejecutiva: Jennifer Fox
Tráiler
BSO
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