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Takashi Miike, un cineasta siempre dado al
exceso, parece haber encontrado en Harakiri
(Seppuku) de Masaki Kobayashi la continuación del camino que ya inició con 13 asesinos hacia un cine más contenido
y formalmente más clásico. Ello nos demuestra que el autor de Dead or alive (1999) es capaz de canalizar
todo ese derroche visual y encauzarlo hacia un lirismo tendente a la
moderación.
En este remake del filme de Kobayashi de
1962, se trata la violencia de una manera implícita. No vemos las
características secuencias impetuosas a las que nos tiene acostumbrados Miike,
sino que la belleza de las imágenes que contemplamos contrasta con el terrible
dramatismo y la tremenda violencia que esas mismas imágenes contienen. Se
podría decir que Hara-Kiri: Muerte de un
samurái es una epopeya intimista con tintes de tragedia griega.
“Menos es más”, parece haber querido
transmitir Miike a los espectadores contándonos una historia con una gran carga
emocional y simbólica que trasciende más allá de su sencillo planteamiento. En
el siglo XVII, Hanshiro, un samurái pobre, solicita llevar a cabo el suicidio
ritual conocido popularmente como el Harakiri en la residencia del clan Li con
el fin de morir dignamente.
Este punto de partida desgrana un relato
donde el amor, la traición, la venganza, el honor, la civilización japonesa de
la época y los códigos samuráis tienen lugar, pero, a pesar de centrarse en
unas costumbres específicas de un período histórico concreto y de un grupo social
—los
samuráis— propio de una cultura diferente a la occidental, el mensaje que Miike
transmite es universal.
El sufrimiento humano que los
personajes padecen en el filme trasciende épocas, países y culturas. En
esencia, lo que el cineasta nipón nos está expresando es el rechazo a la
imposición a raja tabla de una serie de normas o leyes por parte de un poder
superior incapaz de sentir compasión por los problemas ajenos. De ahí que las
dos secuencias más representativas del filme sean las únicas en las que Miike
nos muestra la violencia de una manera más explícita. La recreación en el
harakiri con la espada de bambú refleja la cruel intolerancia del poder (por su
férrea creencia en las normas de conducta samurái) hacia la piedad y, la increíble
batalla final, no es otra cosa que la representación de la lucha de los valores
humanos y solidarios (personificados en Hanshiro y su sed de venganza) contra
la tiranía y la intransigencia (personificadas en los guerreros del clan Li y,
sobre todo, en la armadura roja dentro de la residencia) del autoritarismo.

A pesar de ello, Harakiri: Muerte de un samurái se
presenta como una obra de una impecable factura técnica, que desprende ternura
en sus momentos más humanos y una imponente vehemencia en sus momentos más
intensos, en la que la narración fluye, como si de una poesía se tratase, hacia
el final trágico al que, inevitablemente, está predestinada.
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Crítica para votar en Filmaffinity
Título: Hara-Kiri, muerte de un samurái
Título original: Seppuku
Dirección: Takashi Miike
Guión: Kikumi Yamagishi (Remake: Shinobu Hashimoto. Novela: Yasuhiko Takiguchi)
País: Japón
Año: 2011
Duración: 126 min.
Reparto: Kôji Yakusho, Hikari Mitsushima, Ebizô Ichikawa, Eita
Distribuidora:
Avalon
Productora: Shochiku Company
Historia original: Yasuhiko Takiguchi
Música: Ryuichi Sakamoto
Vestuario: Kazuko Kurosawa
Premios
2011: Festival de Cannes: Sección oficial a concurso
2011 : Festival de Sitges: Sección oficial largometrajes a concurso
Tráiler
La película realmente se merece una nota bastante alta, la fotografía usada para enmarcar las situación tanto en la mansión lee como en los aspectos más pobres, dando una paridad, el ritmo aunque baja, es para darle una mayor fuerza al carácter dramático de la obra. Musicalmente siempre esta en un tono preciso para ayudar a hacer la situación. Calificación global 9 es un remake muy bien logrado y tiene el toque de universalidad para ser disfrutable por muchas personas
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